miércoles, 24 de noviembre de 2010

Un sueño de hace meses

Tenía un reptil, una especie de varano de unos 40 cm de largo, cola incluida. En realidad se trataba de una hembra y había tenido un par de crías, una de ellas hembra también. ¿Quién lo hubiese dicho hacía a penas unas décadas?, pero la verdad era que no sólo la ciencia sino también la moral había avanzado hasta el límite de crear a un ser verdaderamente excepcional como aquél. La niña reptil no era ni más ni menos que una criatura nacida a partir de la técnica del clonado, pero cruzando de manera magistral los genes de una humana copia de su mismísima hermana y de la cría de su propio reptil. Así, la cría y el clon de su hermana estaban fusionados, y de sus naturalezas tan violentamente distanciadas una niña frágil de sangre helada con los ojos acuosos y dulces la miraba justo en ese momento.
Mamá, la llamaba. Era su hija, por más que siempre hubiese alguien empeñado en hacerle creer que aquello no era posible. Sí, era su hija. ¿Cómo, si no, iba a poderse entender aquella enorme atracción que las unía? Por una parte Ella miraba a su hija reptil y en su campo de visión cualquier cosa que no fuese la pequeña Ana se difuminaba en los bordes de su panorama. Era consciente de que su atención hacia ella era de una focalidad que rozaba la idolatría. Sin embargo la necesidad de aquella bebé que en pocos meses había alcanzado la altura de una niña de 9 años, no era menor. Aunque con 14 semanas ya hablase y midiese 1,40m. su fragilidad era visible. La desesperación cuando sencillamente tenía hambre se reflejaba en su rostro hasta que su madre - y nadie más que ella podía- la consolaba con el ansiado alimento. De momento tomaba biberones, pero pronto se alimentaría con una dieta más sólida. Sus piernas delgadas y su piel de una transparencia verdosa sin embargo no cambiarían mucho más al llegar a su estado adulto. De hecho apenas crecería un poco más y su musculatura gelatinosa no se volvería robusta.
Ella miraba a su hija y no podía creer que existiese un ser tan bello. Su consistencia etérea, sus grandes ojos de un color verde cambiante, su expresión inocente, la convertían en una creación sublime.
No existía un padre, quizás era una lástima pero tampoco era fácil imaginar que hubiese cabido una persona más en aquella relación tan estrecha. Aquel ser frágil y potencialmente peligroso no era con facilidad comprendido por el resto de sus allegados, y sin embargo nada en absoluto podría hacer dudar a Ella de que nadie corría más peligro que la propia Ana, nacida en un entorno que escondía más peligros que los de su alma reptil instintivamente tímida. Y Ella tenía razón. Miraba a su hija, con aquél pelo corto travieso, señal de que todavía era un bebé y su expresión desvalida, y sentía cada vez más miedo de que algo malo pudiese pasarle...

3 comentarios:

  1. Gracias! Creo que transcribiré más a menudo los sueños, los publique luego o no. Se ven muy distintos una vez escritos y es como si ellos solos se hubiesen hecho. Como experiencia resulta curiosa... y oye, si os mola, pues ná! XDDD Besotes a ambos!!! Muah!!

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